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La chía es una planta herbácea de la familia Lamiaceae (como la menta). Junto con el lino, es una de las especies vegetales con mayor concentración de omega-3. Se utiliza principalmente para la producción de harina y aceite, pero también como semilla entera para utilizar en yogures o ensaladas. La chía, científicamente llamada Salvia Hispánica, es originaria de México y Guatemala, zonas donde en la época precolombina representaba un alimento básico como el maíz y el frijol. Como también ocurrió con el amaranto y la quinua, tras varios siglos de abandono, la chía se ha redescubierto como un superalimento en los últimos años. Existen dos tipos de chía, la blanca y la negra, la negra sin duda es la más utilizada. Con un agradable sabor a nuez, las semillas de chía son una rica fuente de nutrientes esenciales, que incluyen fibra, proteínas, ácidos grasos omega-3 (como el ácido alfa- linolénico), calcio, magnesio, manganeso, fósforo y antioxidantes. Además, gracias a su alto contenido en fibra, ayuda a regular el tránsito intestinal y favorecer la sensación de saciedad, lo que puede resultar útil para el control de peso. Otro aspecto importante de este pseudocereal es la alta calidad de las proteínas que contiene, que lo convierten en un alimento capaz de aportar todos los aminoácidos esenciales que el organismo necesita.

El uso de chía tiene numerosos efectos positivos para nuestro organismo:

Reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular: Los ácidos grasos omega-3 que se encuentran en la chía pueden ayudar a reducir el colesterol LDL (“malo”) en la sangre y mejorar la salud del corazón.
Regulación del azúcar en sangre: La fibra y las proteínas que se encuentran en la chía pueden ayudar a estabilizar los niveles de azúcar en sangre, lo que es especialmente beneficioso para las personas con diabetes tipo 2.
Propiedades antiinflamatorias y antioxidantes: Los antioxidantes que se encuentran en la chía pueden ayudar a reducir la inflamación en el cuerpo y proteger las células del daño causado por los radicales libres.
Promoción de la salud ósea: La chía es una buena fuente de calcio, magnesio y fósforo, que son importantes para la salud ósea.

Desde el punto de vista agronómico, la chía prefiere suelos de textura ligera o media, bien drenados y sin encharcamientos. Como la mayoría de las salvias, tolera la acidez y la sequía. Requiere mucho sol y no fructifica a la sombra. La siembra se realiza en primavera, entre marzo y abril y en cualquier caso una vez evitado el peligro de heladas, ya que la chía no tolera en absoluto el frío. Uno de los aspectos cruciales es la elección de la variedad a sembrar, ya que las variedades utilizadas en Sudamérica muestran una importante sensibilidad al fotoperiodo y no son aptas para el cultivo en Europa. Además, es importante utilizar variedades con un ciclo que no supere los 130 días (máximo 150 días en el extremo sur de Europa). Las variedades o accesiones adecuadas a las latitudes y condiciones climáticas europeas son muy pocas, y no es nada fácil encontrarlas.

La chía es una planta herbácea de la familia Lamiaceae (como la menta). Junto con el lino, es una de las especies vegetales con mayor concentración de omega-3. Se utiliza principalmente para la producción de harina y aceite, pero también como semilla entera para utilizar en yogures o ensaladas. La chía, científicamente llamada Salvia Hispánica, es originaria de México y Guatemala, zonas donde en la época precolombina representaba un alimento básico como el maíz y el frijol. Como también ocurrió con el amaranto y la quinua, tras varios siglos de abandono, la chía se ha redescubierto como un superalimento en los últimos años. Existen dos tipos de chía, la blanca y la negra, la negra sin duda es la más utilizada. Con un agradable sabor a nuez, las semillas de chía son una rica fuente de nutrientes esenciales, que incluyen fibra, proteínas, ácidos grasos omega-3 (como el ácido alfa- linolénico), calcio, magnesio, manganeso, fósforo y antioxidantes. Además, gracias a su alto contenido en fibra, ayuda a regular el tránsito intestinal y favorecer la sensación de saciedad, lo que puede resultar útil para el control de peso. Otro aspecto importante de este pseudocereal es la alta calidad de las proteínas que contiene, que lo convierten en un alimento capaz de aportar todos los aminoácidos esenciales que el organismo necesita.

El uso de chía tiene numerosos efectos positivos para nuestro organismo:

Reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular: Los ácidos grasos omega-3 que se encuentran en la chía pueden ayudar a reducir el colesterol LDL (“malo”) en la sangre y mejorar la salud del corazón.
Regulación del azúcar en sangre: La fibra y las proteínas que se encuentran en la chía pueden ayudar a estabilizar los niveles de azúcar en sangre, lo que es especialmente beneficioso para las personas con diabetes tipo 2.
Propiedades antiinflamatorias y antioxidantes: Los antioxidantes que se encuentran en la chía pueden ayudar a reducir la inflamación en el cuerpo y proteger las células del daño causado por los radicales libres.
Promoción de la salud ósea: La chía es una buena fuente de calcio, magnesio y fósforo, que son importantes para la salud ósea.

Desde el punto de vista agronómico, la chía prefiere suelos de textura ligera o media, bien drenados y sin encharcamientos. Como la mayoría de las salvias, tolera la acidez y la sequía. Requiere mucho sol y no fructifica a la sombra. La siembra se realiza en primavera, entre marzo y abril y en cualquier caso una vez evitado el peligro de heladas, ya que la chía no tolera en absoluto el frío. Uno de los aspectos cruciales es la elección de la variedad a sembrar, ya que las variedades utilizadas en Sudamérica muestran una importante sensibilidad al fotoperiodo y no son aptas para el cultivo en Europa. Además, es importante utilizar variedades con un ciclo que no supere los 130 días (máximo 150 días en el extremo sur de Europa). Las variedades o accesiones adecuadas a las latitudes y condiciones climáticas europeas son muy pocas, y no es nada fácil encontrarlas.

¿Dónde encontrar semillas de
chía aptas para Europa?

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Al tratarse de una semilla muy pequeña, la preparación escrupulosa del lecho de siembra es fundamental para obtener un buen resultado de producción. La técnica de siembra recomendada es la siembra de precisión, con una distancia de 45-50 cm entre hileras para poder intervenir mecánicamente para eliminar las malas hierbas. Pruebas experimentales han demostrado que una distancia de 25-30 cm entre hileras podría ser la mejor opción en cuanto a rendimiento, pero esta técnica complicaría mucho el deshierbe, por lo que creemos que no debe tenerse en cuenta. La chía se desarrolla muy rápidamente, con temperaturas del suelo alrededor de 15°C y humedad adecuada, la emergencia ocurre 4-5 días después de la siembra. Hasta la fecha no se han encontrado problemas relacionados con enfermedades o daños por insectos, por lo que no son necesarios tratamientos con agrofármacos. Las operaciones de cultivo necesarias están limitadas exclusivamente al control de malezas. La recolección se realiza con cosechadora, con los mismos ajustes que se utilizan para el trébol o la alfalfa.

En los últimos años y gracias a sus beneficios, la chía ha adquirido gran importancia en Europa donde su consumo ha aumentado considerablemente y se han creado numerosos proyectos de investigación en Italia, Alemania, Suiza, Francia, España y otros países europeos, con el objetivo de introducir esta cultura en Europa.

En nuestra finca, desde 2019 hemos probado numerosas accesiones de chía, muchas de las cuales no dieron ningún resultado debido al fotoperiodo, otras mostraron un ciclo excesivamente largo, lo que imposibilitaría la recolección mecánica. Gracias a nuestras pruebas logramos identificar una accesión que durante 2 años consecutivos mostró excelente adaptación y buen potencial a nivel de producción, con un ciclo de aproximadamente 120 días, ideal para Europa.